El tupper-sex

Después de tiempo diciendo que teníamos que organizar un tupper-sex, una buena amiga puso la fecha y la hora. Entre risitas de quinceñeras, nos presentamos con mucha puntualidad (el evento lo merecía) e incluso con anterioridad para coger buen sitio.

Llevamos bizcochos, galletas y bebidas, pero viendo lo que nos ofrecían, la verdad, no tuvimos a penas ganas de comer, al menos no de comernos tan ricos manjares, teníamos la cabeza en otras cosas. No era para menos.

Nos juntamos un grupito de mujeres normalitas, con vidas habituales y rutinarias, algunas ni nos conocíamos, pero da igual, hablar de sexo entre risas siempre te acaba acercando a personas a las que probablemente te cruces por la calle y ni reconozcas.

"La instructora", por llamarla de alguna manera, una mujer seria y tan respetable como cualquier otra, hablaba claramente de cada uno de los artículos que nos iba ofreciendo. Allí estábamos todas, lamiéndonos los brazos (cada una el suyo, no nos confundamos), untadas con disitintos tipos de productos: polvos, cremas, lociones, aceites y ¿cómo no? el rey de todas las fiestas: chocolate. Nos dormimos la boca untándonos una crema retardante anstésica, nos acariciamos nuestros escotes con un sérum suavísimo, que dejaba la piel de seda.

Vimos muchos aparatos, grandes, pequeños, de formas peculiares, más o menos todos con un mismo fin. Pero, aunque muy discretamente los pedidos se hicieron a solas con "la instructora", lo que más triunfa son los ungüentos y demás potingues para hacer un buen masaje.

El sexo es tema tabú, pero a todos nos gusta. El sexo no se habla, se hace, pero bien que nos reímos cuando de alguna manera sale el tema. Ni mucho ni poco, creo que con educación y pudor, se puede hablar de ello con claridad, que siempre hay alguien que te cuenta cosas que no sabías, experiencias y vivencias que pensabas que sólo te pasaban a ti, y resulta que es de lo más común.

Allí nos lo pasamos muy bien, pero lo mejor del tupper-sex, viene después.